Daniel Montero Galán: “Ana Penyas ha puesto el listón muy alto con la imagen del primer Baba Kamo. Espero poder mantenerme a la altura”

Cuenta Daniel Montero Galán (Madrid, 1981) que siempre tuvo la cabeza llena de pájaros, hasta que decidió trasladarlos al papel, para tratar de acallarlos. Así, desde hace más de una década, comparte con ellos estudio, inspiración y trabajo, aunque confiesa que siempre hay alguno que, de tanto insistir, consigue distraerlo de lo cotidiano.

A pesar de todo, este ilustrador madrileño está especializado en el campo editorial y ha trabajado para empresas destacadas como por ejemplo Penguin Random Hause, Edelvives, SM, Anaya y Santillana, compaginando tanto encargos para el público infantil y juvenil como otros para adultos. De hecho, más de una treintena de libros ilustrados atestiguan, como le gusta decir, que lo suyo verdaderamente es vivir del cuento.

¿Cuándo y cómo surge tu interés por el dibujo?

Para hablar de mis inicios en la ilustración, necesito remontarme a mi primera infancia, cuando tuve la suficiente destreza de coger un lapicero y comencé a pintar alambres enredados y pelusas, sobre los dos años, más o menos. Como me divertía bastante, no he parado de hacerlo. Hay personas que con el tiempo ya no pintan nada pero para mí el dibujo lo es todo. A pesar de ello, tampoco creo que lo haga especialmente bien. Considero que mi dibujo es el de una persona de 37 años, que con un poco de destreza, no ha dejado de pintar todos los días y alguna que otra noche.

¿Cómo fueron tus comienzos en la profesión?

Me costó mucho arrancar. Bien es cierto que en mis comienzos no era técnicamente demasiado virtuoso y tampoco tuve mucha ayuda en mi puesta a punto. De hecho, ahora, mis dibujos de aquel entonces, me parecen vergonzosos. Lo importante es que no desistí. Gracias o a pesar de mi empecinamiento, al final he conseguido dedicarme a la ilustración, aunque me ha ocasionado más de un quebradero de cabeza.

¿Eres ilustrador a tiempo completo o necesitas compaginar el dibujo con otros trabajos?

El tiempo que paso trabajando lo dedico íntegramente a la ilustración, incluso una buena parte de mis ratos de ocio. Lo peligroso de vivir de mi pasión es que ya no me apetece tanto dibujar como pasatiempo. Reconozco que me gustaría tener más horas libres para dibujar sin una finalidad o un encargo concreto, como bien hacía en mis comienzos.

A la vista (Libre albedrío, 2017), Daniel Montero Galán

¿Cuáles son tus ilustradores de referencia y en qué medida influyen en tu obra?

Para no olvidar a nadie, prefiero no nombrar a ninguno. Somos seres permeables y procuro empaparme de muchas fuentes. Todos me influyen, incluso los que menos me gustan o aborrezco, ya que de ellos aprendo qué es lo que no quiero hacer.

¿Podrías encajar tu obra en algún estilo concreto o en alguna tendencia artística?

Esa tarea se la reservo a los críticos y criticones.

¿Es un estilo buscado o ha ido surgiendo tras años de trabajo?

Hay una pequeña parte de mi dibujo que es consecuencia de la casualidad y otra más grande de la causalidad. Hay maneras de hacer, que por mucho que se intenten ocultar o reconducir, finalmente salen a relucir. Creo que lo mejor que se puede hacer con los defectos, es darles un golpe de efecto y convertirlos en aciertos. Intento tener una voz propia que, aunque trabaje con distintos registros, mantenga siempre una coherencia.

De los proyectos que has llevado a cabo, ¿hay alguno del que te sientas especialmente más orgulloso?

Mis trabajos predilectos son, Cartas en el bosque (Cuento de luz, 2016), A la vista (Libre albedrío, 2017) y la colección de dibujos para el dramaturgo Juan Mayorga en la editorial La uÑa Rota.

El gran Zooilógico (Jaguar 2015)

¿Qué hace que una ilustración perdure en el tiempo?

El presente se rige por lo inmediato y me parece muy complejo saber qué tendencias habrá en un futuro. No soy muy bueno con las predicciones, ni tan siquiera sé qué es lo que voy comer mañana.

¿Por qué decidiste presentarte a la convocatoria de ilustración editorial para la exposición de Baba Kamo? ¿Crees que este tipo de proyectos suponen una buena oportunidad para los ilustradores?

Me atrajo bastante la convocatoria al surgir de una asociación de ilustradores. Siempre es atractivo buscar visibilidad, tanto nivel personal como colectivo, y aún más, si hay un premio por parte del gremio.

Fotografía: Noema Estudio

¿Qué es lo que más resaltarías de una feria y un festival como Baba Kamo desde tu visión de ilustrador?

Lo que más me gustó de Baba Kamo, en comparación con otros eventos en los que he estado, es que está organizado por APIV. Considero que los profesionales del sector somos los que mejor conocemos las inquietudes, necesidades y problemáticas con las que nos encontramos. Me pareció un festival muy familiar, muy próximo y cercano, y eso que se celebra en un espacio muy amplio. Además, pude conocer en directo a algunos de los perfiles que conocía por redes sociales, y eso siempre resulta interesante.

Y para terminar, ¿cómo enfrentas ahora el encargo de la imagen de la próxima edición del festival consecuencia de haber sido el ganador de la primera edición?

Con gran ilusión y respeto. Me parece que Ana Penyas ha puesto el listón muy alto con la imagen del primer Baba Kamo y espero poder mantenerme a la altura. Además, quiero rendir un homenaje a Kembo y al gran Calatayud, y esto me parece gran reto verdaderamente apasionante.